“El 14 de enero, dos días después del terremoto que asoló Haití y muy especialmente su capital, Puerto Príncipe, llegué al país con la fundación AmeriCares y pasé 11 días fotografiando las consecuencias de uno de los mayores desastres humanitarios de Centroamérica en los últimos años.
Al comenzar a oscurecer el séptimo día después del terremoto, mientras conducía hacia Puerto Príncipe por el pequeño vecindario de Delmas, cercano a la capital, vi un convoy del New York Task Force 1 intentando rescatar a alguien de debajo de los escombros de un edificio. Trabajar de noche en Haití era algo peligroso, pero decidí quedarme con ellos.
No había mucha gente, y menos aún periodistas. Éramos tres fotógrafos y un camarógrafo. Debían de llevar casi un par de horas trabajando cuando yo llegué al lugar.
El grupo New York Task Force 1 está compuesto por bomberos y policías altamente especializados en situaciones de emergencia y riesgo para la población civil. Cuando volvían a su campamento después de una durísima jornada de trabajo, un grupo de gente les avisó de que habían oído voces que provenían de un edificio en ruinas. Se trataba de un niño y una niña.
El rescate del joven Kiki y su hermana se preveía largo. Uno de los mayores problemas con que se enfrentaban era evitar que la estructura de cascotes cediera y aplastara a los niños. Ahí es donde estos expertos demuestran que son unos auténticos profesionales, dispuestos a poner su vida en peligro para salvar la de otros. Usaron cámaras de inspección ['snake cameras'] para dar con ellos. Kiki tenía una voz fuerte y todo hacía presagiar que saldría con vida sin problemas.
Y así fue [tanto en su caso como en el de su hermana]. Sin embargo, hubo momentos de mucha tensión, ya que el chaval, tras siete días y medio enterrado y a oscuras, comenzó a ponerse nervioso al ver la luz del casco del hombre que llegó a él, y se escondió aún más. Fue necesaria la intervención de su madre para calmarlo. La buena suerte quiso que quedara atrapado en un hueco y que, por tanto, no sufriese heridas. No sé si tuvo acceso a comida y agua, pero creo no.
Finalmente, tres horas después de mi llegada, lograron sacarlo. Todo ocurrió muy rápido y casi no tuve tiempo de pensar. La gente empezó a chillar y a aplaudir, y Kiki hizo ese gesto con los brazos que vemos en la fotografía mientras uno de sus rescatadores lo imitaba.
Yo casi no me lo creía. Tuve que comprobar la foto en la pantalla de la cámara. Estaba muy sorprendido por el aspecto tan saludable que presentaba Kiki. Fue un momento muy emocionante, y entonces supe que jamás en mi vida lo olvidaría. Como fotógrafo, sentí la necesidad de compartir con el resto del mundo la felicidad de ese instante tan bonito.”
Nota del autor del artículo: diez minutos después, el equipo de rescate lograba sacar también con vida de entre los escombros a la hermana de Kiki, Sabrina.
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