‘’…El
Dauro desciende de una montaña cercana a Guadix, al este de Sulayr, y
después de haber atravesado jardines, campos y viñedos, llega a Granada
por la Bib al-Difaf (Puerta de Guadix baja o de los Panderos) al Este de
la ciudad, a la que corta en dos mitades.
En el interior de ella mueve numerosos molinos y pasa bajo cinco puentes:
El de Raxiq, el del Cadí, el del baño del Jas, el Nuevo y el del Álamo.
Sobre
los puentes hay zocos y construcciones permanentes. El agua de este río
corre a través de toda la ciudad, los zocos, las plazas y las
mezquitas; a veces, aparece en la superficie del suelo, pero, en
general, va oculta por atarjeas subterráneas y cuando se quiere se la
encuentra”.
(al-Umari , 1337)
El término Dauro viene de la palabra romana para designar el oro: aurus. La presencia de oro en los depósitos sedimentarios del río Darro son conocidos desde la época romana. Esta particularidad geológica alimenta el culto y la leyenda popular en torno a este cauce granadino y de paso, induce aún hoy una actividad minera más romántica que rentable.
Las zonas de bateo de este metal se sitúan históricamente en el tramo comprendido entre Jesús del Valle y Plaza Nueva, siguiendo para ello técnicas artesanales basadas en la criba de arenas y gravas, y su posterior separación por diferencia de densidad mediante lavado en plato metálico o de madera. Los mejores momentos para realizar esta actividad son tras las grandes tormentas y crecidas del río que hacen remover su lecho y permitir que afloren minerales y metales pesados, incluido el oro.
El oro extraído rara vez supera las tres o cuatro laminillas de algunos milímetros de longitud, tras horas de bateo. A decir de muchos “esto solo da con suerte para el jornal del día…” . A pesar de esta escasez de mineral, la extracción sistemática de oro en el Darro ha sido permanente desde las épocas romana y árabe hasta bien entrado en siglo XX. Como curiosidad, sabemos que los Reyes Católicos, tras la toma de Granada en 1492, prohibieron la extracción de oro en el Darro al considerarlo un recurso propio de la corona.
El Darro erosiona materiales de la Formación Alhambra, un conglomerado rojo de edad plioceno inferior (unos 5 millones de años) que contiene oro en una ley aproximada de 0,5 gramos por cada metro cúbico. A su vez, este conglomerado erosionó otro más antiguo (de edad mioceno y unos 8 millones de años) que a su vez se formó por la acumulación de gigantescas riadas de barro y rocas que erosionaron Sierra Nevada en dicha época.
El oro se sitúa en unas rocas llamadas cuarcitas que forman una parte de Sierra Nevada. En estas rocas, el oro aparece de modo esporádico y diseminado, aunque tras varios procesos de erosión y transporte se concentra más y más aumentando su ley y por tanto su interés económico. Estos procesos de erosión y transporte fueron principalmente tres: los que afectaron a las cuarcitas de Sierra Nevada hace 8 millones de años, los que afectaron a la formación de conglomerados hace 5 millones de años y, finalmente, los que afectaron a la Formación Alhambra desde hace unos 10000 años por la acción del río Darro.
Fuentes antiguas:
Los Puentes del Darro:
El oro se sitúa en unas rocas llamadas cuarcitas que forman una parte de Sierra Nevada. En estas rocas, el oro aparece de modo esporádico y diseminado, aunque tras varios procesos de erosión y transporte se concentra más y más aumentando su ley y por tanto su interés económico. Estos procesos de erosión y transporte fueron principalmente tres: los que afectaron a las cuarcitas de Sierra Nevada hace 8 millones de años, los que afectaron a la formación de conglomerados hace 5 millones de años y, finalmente, los que afectaron a la Formación Alhambra desde hace unos 10000 años por la acción del río Darro.
Fuentes antiguas:
Respecto las
citas de los autores clásicos, sólo contamos con el testimonio trasmitido por
Estrabón, quien a finales del siglo I a.C. hacía mención a la existencia de
yacimientos auríferos asociados a diversas montañas del sudeste de la Península
Ibérica: “Comenzando parte por parte desde Calpe [Gibraltar], hay primero una
cordillera montañosa que pertenece a Bastetania y a los oretanos, con un bosque
frondoso y de altos árboles, que separa la costa del interior. También allí se
dan con profusión las minas de oro y otros minerales (...)” (Estrabón, III, 4,
2).
Por otro lado, este geógrafo griego también se referiría en
otro pasaje de su Geografía a las explotaciones auríferas de la Turdetania y
zonas limítrofes (Estrabón, III, 2, 8). Si la primera de estas regiones podría
identificarse perfectamente con la Provincia Hispania ulterior Baetica hasta el
curso del Guadiana, la segunda haría referencia a diversos ámbitos geográficos
fronterizos, entre los que se encontrarían la Oretania y la Bastetania por el
este.
Estas dos
menciones podrían estar evidenciando que el oro del sudeste hispano ya estaría
en explotación desde finales del siglo II o principios del I a.C. (DOMERGUE
1990:490) pues el texto de este autor clásico está basado en los testimonios de
Posidonio (hacia 135-mediados del siglo I a.C.) y quizás también en los de
Polibio (siglo II a.C.) (SÁNCHEZ-PALENCIA RAMOS y PÉREZ GARCÍA 1999:23). Como han puesto de manifiesto Claude Domergue y
Francisco Javier Sánchez-Palencia Ramos, la explotación aurífera existente en
las inmediaciones de Granada podría haber comenzado en época republicana, lo
que, de ser confirmado por la arqueología, la convertiría en una de las
primeras llevadas a cabo por los romanos en la Península Ibérica. En este
periodo aún no se habían conquistado los territorios del noroeste peninsular,
donde a la postre se desarrollarían las labores extractivas de mayor
envergadura. Éstas últimas no sobrevivirían a la crisis y decadencia del
Imperio, sobrevenida a partir del siglo III d.C. A partir de ese
momento la minería en general se redujo drásticamente en el norte, subsistiendo
algunas explotaciones en el sur peninsular, aunque de una forma más dispersa,
puntual y anárquica (DOMERGUE 1990:177 y ss).
Fuentes literarias medievales
De época
altomedieval se han conservado dos textos árabes del siglo VIII que inciden en
la riqueza minera de la kūra o distrito de Ilbīra (Elvira). El interés que
suscitó el potencial minero de esta región entre los nuevos conquistadores, se
materializó en el intento de control y fiscalización de esta producción por
parte del poder emiral, ya desde épocas muy tempranas.
Uno de estos
documentos –consistente en una carta de seguridad fechada en el año 758 (LÉVI-PROVENÇAL
1967)– indica la obligación quinquenal que se impuso a los patricios, monjes y habitantes
de Ilbīra, por la que debían tributar anualmente 10.000 onzas de oro,
equivalentes a unos 276,5 kg de oro al emir cordobés ‘Abd al-Raḥmān I, aparte de gran cantidad de plata y
pertrechos de guerra. El carácter desorbitado de esta cifra ha llevado a
diversos investigadores a interpretar que, buena parte de las minas, incluidas
las de oro, podrían haber estado en manos de las comunidades indígenas y sus
señores desde la Antigüedad tardía hasta ese momento.
Sin embargo,
resulta difícil de imaginar que en el momento de la conquista de al-Andalus aún
pudiera haberse perpetuado la minería hidráulica imprescindible para
que la explotación del oro aluvial fuese rentable. La crisis
y posterior desarticulación del estado romano haría muy difícil sostener la
tremenda organización, continuo mantenimiento e ingente cantidad de mano de
obra que demandaba el preciso y sofisticado sistema hidráulico requerido en las
técnicas de abatimiento y lavado de los aluviones auríferos.
Este supuesto
viene apoyado por los datos que se desprenden de las fuentes árabes
conservadas, las cuales no aluden directamente a una explotación aurífera de
gran envergadura. Por el contrario, dejan traslucir que el oro era extraído de
los placeres de los ríos Darro y Genil, por medio del cernido de sus arenas.
Haciendo un
repaso a los autores musulmanes que mencionaron directamente la existencia de
oro en los alrededores de Granada, encontramos que el primero de ellos habría
sido Amad al-Rāzī (889-995): “Dans une montagne qui se trouve dans le district
d’Elvira, prend sa source un cours d’eau nommé Darro; dans cette rivière, on recueille
des paillettes d’or fin; il reçoit des reuisseaux qui descendent de la Montagne
de la Neige” (LÉVI-PROVENÇAL 1953).
Los tres
manuscritos romanceados que se han conservado de la “Crónica del Moro Rasis”,
vienen a apuntar este mismo hecho, pues refiriéndose al término de Elvira
indican la existencia de oro, plata, cobre y hierro, quedando también recogida
la mención anterior respecto a los placeres auríferos granadinos.
En siglos
posteriores serían muchos los escritores árabes que parafraseasen la cita de Ahmad
al-Rāzī.
Tal habría sido
el caso de:
• Ibn Gālib (s. XII):
“en ella se encuentran minas de oro, plata, plomo, cobre, hierro”.
• Yāqūt (1215-1229):
“en su territorio hay minas de oro, plata, hierro y cobre” (Yāqūt, I,289).
• al-Qazwīnī
(1203-1283): “en ella hay minas de oro, plata, plata, hierro, cobre, plomo y
azófar”.
• al-Ḥimyarī (ss. XIII-XIV): “Ses eaux [de la rivière
Darro] charrient des paillettes d’or pur que l’on recueille et que l’on appelle
(dans le pays) « l’or citadin ». (…) Il y a aussi dans (le pays d’) Elvira des
gisements de minerais précieux comme l’or, et l’argent, et aussi du cuivre, du
fer, du plomb (…)” (LÉVI-PROVENÇAL 1938:30-31).
• Ibn al-Jaṭīb (m. 1375): “Al-Rāzī dice: (...) tiene
minas de metales preciosos, de oro, plata, plomo y hierro (...). Algunos
historiadores dicen: (...) en su provincia hay minas de metales preciosos, de
oro, plata, plomo, hierro y cinc” (Ibn al-Jaṭīb,
I,97-98).
Otros autores
árabes abundaron en el tema de la extracción de oro de los placeres fluviales
de los ríos Genil y Darro. Entre ellos cabría destacar al poeta cordobés Ibn
Hazm (994-1063) “refiriéndose en concreto a los cernidos del río Genil”, y
sobre todo
al-Zuhrī (1137-1154): “La ciudad de Granada está junto a un río
llamado Genil (Šunayl) que la atraviesa por la mitad. En dicho río se encuentra
oro rojizo, siendo éste el tercer lugar de al-Andalus donde esto sucede. No
existe en la tierra oro rojizo más fino que éste pues se presenta en forma de
láminas. La mayor parte se encuentra en el río Darro (Ḥidrū), que cruza por el centro de la ciudad, en al-Bardawiyya,
que está entre el puente de los Pescadores (Ḥawwātīn)
y el del Cadí, en el comienzo del barranco que va desde el monte de la Dabīka
(al-Šīka), situado entre la Alhambra y el Mauror (Murūz). En el nacimiento del
río (Darro) y en su parte inferior también se encuentra algo de oro. Cuando se
reúne cierta cantidad de ese oro, se vende al peso: su precio, respecto al
otro, resulta una cuarta o quinta parte más caro”.
Desde la entrada del río Darro en
la ciudad, por el paseo de los Tristes, hasta su desembocadura en el río
Genil, los puentes que se tendieron en la ciudad para unir, en dos
épocas históricas diferentes, las dos orillas fueron catorce, en un
tramo urbano de 1.920 metros, que primero discurre descubierto desde el
puente del Aljibillo a la iglesia de Santa Ana (653 metros) y después
discurre embovedado desde Santa Ana al río Genil (1.267 metros).
Puente de Aljibillo, del Rey Chico o de Ibn Rasiq
Este
paso de origen islámico, que conecta los paseos de los Tristes y del
Aljibillo, a ambos lados del Darro, es uno de los numerosos puentes que
existieron en Granada para unir las dos márgenes de la medina, separadas
por este río, aunque apenas se han conservado restos de época medieval
de este tipo de estructuras. El puente del Aljibillo, conocido ya por
descripciones del siglo XIV, es de arco de medio punto, con tajamares
laterales. Sólo conserva de su fábrica islámica el estribo sur, en la
margen izquierda del río, conformado por sillares a soga y tizón. El
resto ha sufrido numerosas intervenciones a lo largo del tiempo,
realizándose su última reconstrucción en 1961.
Puente de las Chirimías o del Monte de Piedad
Pequeño
puente de un arco de medio punto enclavado en el Paseo de los Tristes, y
junto a la Casa de las Chirimías, de la que toma el nombre. Es obra
moderna de ladrillo y mampuesto, realizada en 1882. Sustituyó a otro más
antiguo, documentado al menos a principios del siglo XIX. Junto al
puente, en cuyas inmediaciones se ubicó la desaparecida puerta de
Guadix, se conservan restos de la muralla islámica del barrio de los
Axares (Ajsaris). Su ubicación junto al Paseo de los Tristes, con vistas
excelentes hacia la Alhambra, contribuye a perpetuar la imagen
romántica que el transcurso del Darro por la ciudad ha otorgado a
Granada.
Embovedado del río Darro
Puente Espinosa
Situado
en la carrera del Darrro este puente comunica el barrio del Albaicín
con el barrio de la Churra situado en ladera de la colina de la Sabika a
los mismos pies de la Torre de la Vela de la Alhambra.
Se cree que este puente es de época cristiana tardía (siglo XVII) aproximadamente, aunque se tiene constancia de que el barrio de la Churra ya existía en el periodo islámico concretamente se funda en la época nazarí (Rabad al-Yurra).
Se cree que este puente es de época cristiana tardía (siglo XVII) aproximadamente, aunque se tiene constancia de que el barrio de la Churra ya existía en el periodo islámico concretamente se funda en la época nazarí (Rabad al-Yurra).
Puente de Cabrera
El
puente de Cabrera, que une la Carrera del Darro con el barrio de la
Almanzora, entre el río y la cuesta de Gomérez, es uno de los pocos en
pie que quedan de los numerosos pasos que jalonaban el Darro a su paso
por la ciudad, hasta la construcción de los embovedados modernos, y que
han coadyuvado a forjar la imagen romántica de su cauce urbano. Consta
de un sólo arco, ligeramente rebajado, con rosca de ladrillo y un alto
pretil de mampostería y encintados de ladrillo, Como el cercano puente
de Espinosa, pudo haberse construido al tiempo de la remodelación urbana
de la Carera del Darro, a principios del siglo XVII, tras el estallido
de un polvorín junto a la iglesia de San Pedro, en 1590.
Puente del Cadí
Los restos del tradicionalmente llamado puente del Cadí pertenecen en
realidad a la antigua Puerta de los Tableros, límite oriental de la
ciudad durante la taifa zirí, que cerraba mediante compuertas el río
Darro y que debido al crecimiento y posterior cercado del arrabal de los
Axares, aguas arriba, quedaría intramuros a partir del siglo XIII.
Esta puerta era, asimismo, el punto final de la coracha de
aprovisionamiento de agua de la Alcazaba Qadima del Albayzín. Se
conservan en pie el arranque del arco del estribo meridional de la
puerta, así como un hueco tapiado y una torre poligonal de refuerzo
que, al parecer, formaban parte de otra coracha que enlazaba con la
Alcazaba de la Alhambra.
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